28 de junio, 2018

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D. António Marto ya es Cardenal

D. António Marto recibió de las manos del Papa Francisco las Insignias Cardenalicias a las 15:40h

 

El Papa Francisco profirió hoy alrededor de las 15:40h (Horas de Lisboa) el nombre del obispo de Leiria-Fátima, D. António Marto, como nuevo cardenal de la Iglesia Católica, en una ceremonia en la Basílica de San Pedro.

La celebración comenzó con un breve momento de oración en silencio, del Sumo Pontífice, a lo que se siguió un cumplimiento de D. Louis Sako, Patriarca Caldeu de Irak en nombre de todos los presentes. El prelado comenzó agradeciendo “la confianza” colocada sobre los nuevos cardenales, y  consideró que el hecho de Francisco haber nombrado Cardenales de 11 países diferentes destaca la “universalidad de la Iglesia”.

La “especial atención por la Iglesias orientales y por las minorías donde aún hay mártires” fue destacada por parte del Papa.

“Este nombramiento en el día de Pentecostés no fue al azar, y pide un compromiso de la fe, en las exigencias del mundo contemporáneo” afirmó recordando que el compromiso de estos nuevos Cardenales va a asentar mucho la promoción de la “cultura del diálogo, del respeto y de la paz”.

Después de este saludo, Francisco proclamó una oración que precedió a la lectura del Evangelio y la homilía.

Durante la reflexión, el sumo Pontífice recordó que “los momentos importantes y cruciales dejan hablar al corazón y manifiestan las intenciones y las tensiones que viven en nosotros”.

“Tales encrucijadas de la existencia nos interpelan y hacen surgir cuestiones y deseos no siempre transparentes del corazón humano” reiteró.

El Papa explicó que “Jesús enseña que la conversión, la transformación del corazón y la reforma de la Iglesia son hechas, y siempre deben ser, en llave misionera, pues presuponen que se deje de mirar y cuidar de los intereses propios para mirar y cuidar de los intereses del Padre”.

A los nuevos Cardenales, Francisco dijo que “la conversión de nuestros pecados, de nuestros egoísmos no es ni será jamas un fin en si mismo, si no que busca principalmente crecer en fidelidad y disponibilidad para abrazar la misión”, de manera que “a la hora de la verdad, especialmente en los momentos difíciles de nuestros hermanos, estemos claramente dispuestos y disponibles para acompañar y acoger a todos y cada uno y no nos transformemos en óptimos repelentes por tener vistas cortas o, pero aún, por estar pensando y discutiendo entre nosotros quién será el más importante”.

“Cuando nos olvidamos de la misión, cuando perdemos de vista el rostro concreto de los hermanos, nuestra vida se cierra en la búsqueda de los propios intereses y seguridades”, alertó el Papa, que explicó que es de esa manera como “comienzan a crecer el resentimiento , la tristeza y la aversión” y llevan a una disminución del “espacio para los otros, para la comunidad eclesial, para los pobres, para escuchar la voz del Señor”.

“De esta manera se pierde la alegría, y el corazón acaba en la aridez”, concluyó.

El Sumo Pontífice habló de la invitación que el Señor hace: “no olvidemos que la autoridad en la Iglesia crece con esta capacidad de promover la dignidad del otro, ungir al otro, para curar sus heridas y sus esperanzas tantas veces ofendidas”.

“El Señor camina delante de nosotros para recordarnos una vez más que la única autoridad creíble es la que nace de colocarse a los pies de los otros para servir a Cristo”, dijo a los nuevos Cardenales.

Francisco llamo la atención para aquello que considera “la más alta condecoración que podemos obtener”, “servir a Cristo en el pueblo fiel de Dios, en el hambriento, en el olvidado, en el recluido, en el enfermo, en el drogodependiente, en el abandonado, en personas concretas con sus historias y esperanzas, con sus anhelos y decepciones, con sus sufrimientos y heridas. Solo así la autoridad del pastor tendrá el sabor del Evangelio”.

“Nadie de nosotros se debe sentir 'superior' a otro. Nadie de nosotros debe mirar a los otros de arriba a abajo; solo podemos mirar así a una persona, cuando la ayudamos a levantarse”, dijo al final.

Después de este momento, el Papa leyó la formula de la creación y proclamó en latín los nombres de los cardenales, para unirlos con “un vínculo más estrecho” a su misión.

Enseguida se oyó la profesión de fe y el juramento de los nuevos cardenales, de fidelidad y obediencia al Papa y sus sucesores.

Cada uno de los nuevos 14 cardenales se arrodillaron para recibir el birrete cardenalicio, de acuerdo con la orden de creación: D. António Marto fue el séptimo.

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