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Misericordia

La compasión se hace acontecimiento en Fátima. La epifanía que allí se da brota de la mirada compasiva de un Dios apenado con el drama de la historia de los hombres, con sus sufrimientos y desencuentros, como sus trincheras y egoísmos. Fátima irrumpe, al inicio del siglo XX, haciéndose eco del evangelio, de la buena noticia de la misericordia, palabra transformadora de la historia, testigo profético de una u otra forma de ser, revelación de la compasión de Dios por la Humanidad sufrida.

Ya el Ángel evocara este «corazón misericordioso que de las alturas nos visita como sol naciente» (Lc 1,78) al afirmar que «los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia». Al cerrar el acontecimiento-Fátima, están las dos palabras que ilustran la visión de Tui -Gracia y Misericordia- y que sirven de pórtico de entrada en el misterio trinitario de Dios, en el misterio de Dios-comunión-de-amor que viene al encuentro del drama sufrido de la historia de los hombres. En un mundo sediento de vida plena, pero opuesto a su nacimiento y con ganas de construir «cisternas para si, cisternas rotas, que no pueden contener las aguas» (Jer 2,13), es la propia procedencia que viene al encuentro del que tiene sed. Porque el Reino de Dios se hace de la proximidad de un pastor que deja todo para buscar a la oveja perdida (Lc 15,3-7).

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